Autoengaño

Autoengaño

Jehú Frayle
Jehú Frayle

No creo ser el único ni el primero que constantemente se encuentra haciendo promesas a sabiendas de que no será capaz de cumplirlas. Es algo que en la mayoría de los casos no se hace con malas intenciones.

Cada vez que digo que voy a estudiar más, que esta vez sí me comprometeré a hacer ejercicio, o que finalmente saldremos a ese café pendiente, en el fondo sé que esas palabras podrían quedarse en el aire. Y aun así, las digo, quizás porque necesito escucharme decirlas, como si pronunciarlas fuera suficiente para convertirlas en realidad.

Sin embargo, en todas estas mentiras piadosas que digo en el día a día, la idea que encuentro más dolorosa es la de mentirse a uno mismo. El autoengaño.

El autoengaño nos puede recomfortar en la idea de que sí estamos trabajando por aquello que queremos. Es un espejismo que nos muestra que estamos en movimiento, aunque sigamos en el mismo lugar.

Nos decimos que mañana será diferente, que la próxima semana habrá más tiempo, que “esta vez sí”.

La realidad es que mentirnos a nosotros mismos no nos lleva a ninguna parte. Nos encierra en un bucle donde el cambio real se pospone indefinidamente.

Reconocer esas mentiras, por incómodo que sea, es el primer paso para romper el patrón. Solo cuando dejamos de engañarnos podemos tomar medidas reales para alcanzar nuestros objetivos.